lunes, 7 de junio de 2010

TENEMOS QUE LEVAR A LA NIÑA AL PSICÓLOGO.


TENEMOS QUE LLEVAR A LA NIÑA AL PSICÓLOGO.


Género: Melodrama cabaretero de mesa camilla. Esperpento de coles y planchas. inflación conductual evidentísimamente esopopiano-behaviorísitica.


Y se anudó con fastidio el lazo.

Quitó los pies de la mesa, bajó el volumen de la tele y no hizo ruido durante la
siesta. Intentó comerse toda la sopa pero una arcada frustró su intento.

Y se puso el vestidito tan mono que le regaló tía Angustias, y fue a
clase de ballet, y de Judo, y de horticultura, y de solfeo y de inglés y
de bordados. Y fue de visita a ver a los abuelos, el sábado; a tía
Angustias el domingo por la mañana y a la abuela Martina después, por la
tarde.

Y fue a misa el domingo, claro. Antes de ir a casa de tía Angustias. Con
lazo a la espalda, a la altura de la cintura. A ella no le gusta y eso
que, según su madre, iba preciosa, con el otro lazo a juego en el pelo...

-- ¿Qué tal en el cole?
-- Bien , mamá
-- ¿Solo bien?
-- Sí..
-- Aaaanda, cuéntate algo
-- Bueno; verás, es que… hay un chico que...
-- ¿Un chico? ¿qué chico?
-- Uno. Se llama Pedro.
-- Ah, sí, el gordito ese de gafas.
-- No, mamá... Ese es Manu.
-- No te toques la frente. Te lo tengo dicho. Los granos...
-- Sí, mamá; digo... No, mamá. Bueno, pues eso, que el chico ese...
-- ¿Qué chico?
-- Pedro.
-- Ah, sí; eso que me querías contar.
-- No, yo no te quería contar nada; tú me has preguntado.
-- Claro, Por eso. Nunca quieres y es que si no te pregunto no me cuentas
nada de tus cosas.
-- Porque no te interesas por ellas.
-- ¿Qué no me intereso? Claro que me intereso, hija; venga, cuéntame lo
de Manu.
-- Pedro.
-- ¿Qué Pedro? Ah, sí, que se llama Pedro, el gordito.
-- No está gordito, mamá.
-- ¿Pero no me decías que estaba gordito?
-- No, mamá; eso lo decías tú.
-- ¿Yo? Yo no conozco a ningún Pedro. Desde luego, niña, no te aclaras.
-- No, mamá; no me aclaro...
-- Con esa actitud no vas por buen camino. Oye, no pongas esa cara.
Veeenga, cuéntame, que soy tu madre. Para una vez que quieres hablar
conmigo...
-- Jo, mamá...
-- Jo, ¿qué? Y no digas palabrotas.
-- No es una palabrota, mamá; si quieres te lo cuento pero préstame
atención, ¿vale?
-- Es casi una palabrota y no me gusta que digas "jo". Es muy vulgar.
¿Qué me decías?
-- Bueno, pues eso; que Pedro, al salir del colegio, me ha dicho que
había una niña que le gustaba y...
-- ¿Ya empiezan con esas cosas? Pues sí que estamos buenos...
-- Mamá, son cosas normales. Casi todas las niñas...
-- Las revistas. Esas revistas tienen la culpa de todo
-- ¿Qué revistas?
-- Super Pop y esas tonterías que compráis.
-- Yo no las compro. Tú no me dejas.
-- Estaría bueno. Yo velo por tu educación y esas cosas no son para tu
edad.
-- Pues todas las niñas las leen.
-- ¿Pero tú crees que estáis en edad de andar con cosas de amores, de
ídolos, y esas fotos de cantantes medio desnudos?
-- No van medio desnudos, mamá. Además tú no las has visto.
-- Nooo, ni falta que me hace. No necesito más que ver las portadas.
-- Bueeeno, mamá. Lo que te contaba: que Pedro me dijo que le gustaba
una niña y me acompañó hasta casa. Al llegar, me dio un papelito y salió
corriendo
-- Oye, ¿Te lavaste el pelo?
-- Sí, mamá; anoche.
-- Sí, es verdad, pero mira como lo llevas. Todo enredado y claro, parece
que está sucio.
-- Pues me lo cepillé
-- Te lo cepillaste, te lo cepillaste... Te hicite plas, plas y hala, ya
está.
-- Y bueno, resulta que el papelito.
-- ¿Qué papelito?
-- El que me dio Pedro.
-- Aaaah, sí, claro. Tráeme un vaso, anda.
-- Voy. ¿Grande o pequeño?
-- ¿Qué mas da?. Uno cualquiera.
-- Toma el vaso.
-- Pero con agua, hija; no estás en lo que hay que hay que estar, ¿para
qué quiero un vaso vacío?
-- ¿Y yo que sé? Tú me has pedido un vaso.
-- Pero hija, es que parece que hay que explicártelo todo.Estoy
planchando y tengo sed.
-- Vale, mamá.
-- ¿Qué me estabas diciendo?
-- Pues que Pedro me dio un papelito, salió corriendo y me decía una
cosa.
-- Aaah, sí. Ayúdame a doblar esta sábana. No, así no; cógela del borde y
estira.
-- Sí mamá. Pues me decía que era muy guapa
-- ¡Niña!: ten cuidado, caramba, ¿No ves que está tocando el suelo?
-- Perdón. Bueno, y eso.
-- Y eso, ¿qué?
-- Que era muy guapa.
-- ¿Quién?
-- Yo.
-- Mira, niña; te tengo dicho que te dejes de tonterías de chicos, que ya
tendrás tiempo para eso. Lo que tienes que hacer es estudiar y estar más
con nosotros, no todo el día ahí encerrada en tu cuarto, oyendo música.
-- (jo)
-- ¿Qué piensas? ¿por qué pones esa cara? ¿ya está de morros? Hija, desde
luego, contigo es que no se puede hablar. No se te puede decir nada sin
que te enfades.
-- (...)

Terminaron de doblar las sábanas. La madre, tras recoger la plancha, la
tabla y la ropa, no vió a su hija en el salón. Escuchó música en su
habitación que estaba, como de costumbre, con la puerta cerrada.

-- Señor, señor; --se lamentó, compungida, para sus adentros-- ya se ha
vuelto a encerrar en su cuarto a escuchar música. Esta niña.... ¡Yo ya no
sé que hacer para que se comunique conmigo!. Me estaba contando no se qué
de no sé cuantos... ¡ah sí!, esas tontunas de chicos -¡Dios mío, cada
vez empiezan más pronto!- y para una vez que habla conmigo, se aburre y
me deja a medias de nuestra charla. Se lo diré a su padre. Me tiene
preocupadísima. Creo que lo mejor será llevarla al psicólogo, si, si,
ssssí, pero después de ballet y solfeo, claro. Tantos esfuerzos por ellos
y no nos agradecen nada. Qué egoista es la juventud, señor, señor

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