sábado, 15 de mayo de 2010

Sé que soy un cabrón contigo, pero así es la vida: la vida es sueño y los sueños, sueños son.



Siempre te empeñas en acompañarme y bien pesadita que te pones. Sé que gustas de bañarte en mis grandes, claros ojos verdes y yo suelo apartarte de mi lado con verdadero desprecio. Casi todos los días te pegas a mí pero yo, inflexible, me deshago de ti, sin prestarte atención, apenas sin molestarme en esbozar la mueca de asco que me produces, olvidándote al instante. No me conmueve tu insistencia, tu fidelidad en formar parte de mi persona. No me conquista esa fidelidad extrema, cotidiana que hacia mí muestras pero... ¡hoy deseo que aparezcas! Sólo porque ya casi estoy convencido de que esta mañana no te veré. Pese a ello, es probable, casi seguro que vuelva a ser cruel contigo, sí, pero si supieras cuánto pensé en tí a lo largo de la noche, cuanto deseé, anhelante, que aparecieses esta mañana, conmigo, en mi lecho, tú y yo, solos... Pero no te alegres ni lances las campanas al vuelo. Sí, hoy te añoré, te deseé, quise verte conmigo, sentirte en mi piel, casi más que cualquier otra cosa en este mundo pero he de serte sincero. Te deseé porque te necesitaba. Pura cuestión fisiológica. Así de egoísta soy contigo. Y no, no es capricho. Es deseo real, necesidad pura de ti. Pero circunstancial. Para hoy. Tal vez vuelva a desearte la semana que viene, o pasado mañana, o dentro de dos meses pero mientras no te desee e insistas en volver a mi lado, nada más aparecer te echaré sin contemplaciones si tu visita no es deseada. Casi nunca lo es. Incluso si es deseada también me deshago de tu tenaz, pegajoso abrazo, y es que me pareces repulsiva pero sí, repito, hoy deseé que amaneciésemos juntos. tu deseada presencia al despertar habría sido la consecuencia de haber podido yo dormir un poco, en esta nueva y angustiosa noche de insomnio. Sí, hoy quise notar tu presencia, tu materia, al despertar, en mis ojos: despreciable y repugnante legaña.

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