lunes, 10 de mayo de 2010

SU COMPAÑERA

 

No sabía muchas cosas de los libros pero sí del volar de los pájaros y de la música del viento. No quiso aprender sino vivir respirando, a la deriva, dejándose manejar por la brisa o la tempestad, por la calma o las olas furiosas del mundo enloquecido en el que le tocó vivir. Quiso ser mente limpia y respirar a pulmón abierto. ¿Qué sucedía en su alma? Nadie lo supo jamás. Él tampoco lo sabía pues no tenía elementos, personas con quienes contrastarse pues a nadie conocía. Si le apetecía comer, comía; si dormir, dormía; si amar, amaba. Eso sí: dormir, dormía poco; comer, comía menos; amar, amaba, sí, pero de una manera extraña porque no tenía a quien. Nadie le dirigía la palabra, nadie le prestaba atención. Y le daba lo mismo, le importaba un pepino. Hasta que un día ella apareció en su vida.

La chica era bonita. Todas las mañanas la saludaba.

-- Buenos días mi amor --le susurraba casi emocionado mientras ella le sonreía, como siempre -- De acuerdo, de acuerdo -- reflexionaba en conversación consigo mismo-- : ella parece sonreir a todos quienes pasan por su lado pero ela sabe que soy yo quien la ama, quien la admira, quien la venera.

Lo sabe porque se lo he dicho y porque se me lee en los ojos. Nunca le pido ni le reprocho nada. No la atosigo, no me insinúo, no le pido que camine a mi lado. Solo la amo y me conforta el alma amarla. Por las noches pienso en ella y por las mañanas sonrío al saber que está ahí y ahí sigue, que no fue un lindo sueño sino realidad --seguía diciéndose para sus adentros al tiempo que la contamplaba con agrado, viendo que no dejaba de sonreir.

-- A veces me pongo a su lado, recostado contra la pared y le cuento mis cosas. Ella nunca me contesta pero, como siempre, bendita sea, sonríe. Esos dientes blancos, perfectos, enmarcados por unos labios finos tan bien dibujados... Ella nunca me responde pero me escucha; al menos eso es lo que parece y además puedo decirle lo que quiero. Todo. Absolutamente todo.

Y es que tengo mucha confianza con la chica del cartel.

Esta mañana lo arrancaron. El cartel. Ya no está. ¿Por qué se lo llevaron? La echaré de menos, ¡Dios, si la echaré de menos! Y ella a mí también. Eso creo o al menos eso quiero creer . Sí, estoy seguro: ¡Me echará de menos!. ¿Acaso alguien le dijo cosas tan bonitas como las que yo le dedico, tan sentidas, tan sinceras?

Hubiera deseado tanto que siguiera aquí, la chica del cartel, sonriente, con su micrófono en la mano... ¡Gran Konzierto!, ponía... Ahora no tengo a quien contarle mis cosas. Bueno, se las puedo contar a la farola de la esquina pero no es lo mismo...

  -oOo-

No, verdaderamente, no fue lo mismo. Y pasó de no necesitar nada a echar de menos todo. Y cuando día tras día, semana tras semana, mes tras mes la ausencia se le hizo intolerable y aquella sonrisa se desdibujó de su memoria le encontró utilidad a la farola. A la farola y a la cuerda esa que llevaba siempre por si un día pudiese encontrarle alguna utilidad añadida a la de atarse los pantalones.

--¿Porqué arrancaron ese cartel? -- musitaba

justo al tiempo que desasía sus dedos dejándose caer, con su corbata de cáñamo buscando implacable la tensión definitiva que hiciera encajar el nudo a la perfección y de un solo golpe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario