El otro día estaba yo en clase de teatro. Uno de los compañeros nos enseñaba un artilugio inclasificable, multimedia internetero- galáctico, audiovisual y cinematográfico. Sí, un teléfono móvil.
Todos alababan el cacharro. Yo tenía el día pensativo y me aproveché de que el dueño del aparato es bueno y dulce como una yema de Santa Teresa y paciente como Job, para preguntarle:
-- ¿Y tú qué has hecho para merecer esto?
Mi amigo me miró sonriente,no demasiado sorprendido pues me conoce un poco y por
tanto nunca sabe por dónde voy a salir, y esperó.
Mi hermano celebró la pregunta. Me conoce más aún que mi amigo, y supo, creo, que mi pregunta no era puñetera en sí, ni un ataque socarrón, sino que era algo que nacía de una reflexión del momento y que la estaba viviendo, verbalizándola.
Fue ese un buen día. Me trajo cosas buenas ese pensamiento fugaz, del momento, cuando vi aquella maravilla tecnológica y minituarizada. Un cachivache de cuyas prestaciones jamás me molestaría en mirar la mitad de ellas, pero ahí están, a mi alcance, inventadas por alguien.
Inventado, ideado, diseñado, construído por alguien, para que yo lo disfrute.
-- Bueno, el tipo se lleva una buena pasta, que yo pago por él –podría espetarme cualquiera y no sin razón, que la tiene toda, desde su perspectiva.
Desde la mía no.
Cuando yo nací ya existía la televisión, había tocadiscos, libros, coches, medicinas, comida con garantía y garantía de comida… Todo eso me lo encontré, ahí, regalado. Los libros, escritos; la comida, cultivada, criada o pescada, con técnicas nacidas de la inventiva de otros…
Miro a mi alrededor y contemplo como normales cosas que ni siquiera imagino cómo funcionan ni porqué. Desconozco la física que levanta aviones, que sustenta puentes; las matemáticas que nos hablan de las estrellas… Todo eso me lo encontré, también, ahí, regalado.
Y todos los días la arqueología, la astronomía, la medicina, la biología, la paleontología, la literatura, la ciencia, la historia, me regala cosas nuevas, que descubrieron, investigaron o inventarpn otros, por mí.
Me siento en deuda con esa humanidad de la que nadie se avergüenza; de esa humanidad que creó cosas, desde su mente, su esfuerzo y su corazón, nos las legó y nos las sigue legando.
Creo que es una buena idea plantearse devolver a la sociedad o, si se prefiere, legar a los que llegaron ya y a los que están por llegar, un pedacito de nuestro esfuerzo creativo, inventor o investigador y tratar que este sea práctico y si no, instructivo; y si no, literario o poético. Pero que sea esforzado, generoso.
Aunque solo sea por testimoniar un agradecimiento.
Voy a escribir una Historia Universal, ea.
Le voy a dar un formato muy chulo y tal vez lo ilustre yo mismo. Me va a llevar diez años, como poco.
Si alguien tiene ideas, o quiere comentarlas, mi dirección es: sadasop@hotmail.com
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