jueves, 11 de noviembre de 2010

Sé que estoy en deuda con la sociedad buena.

El otro día estaba yo en clase de teatro. Uno de los compañeros nos enseñaba un artilugio inclasificable, multimedia internetero- galáctico, audiovisual y cinematográfico. Sí, un teléfono móvil.

Todos alababan el cacharro. Yo tenía el día pensativo y me aproveché de que el dueño del aparato es bueno y dulce como una yema de Santa Teresa y paciente como Job, para preguntarle:

-- ¿Y tú qué has hecho para merecer esto?

Mi amigo me miró sonriente,no demasiado sorprendido pues me conoce un poco y por
tanto nunca sabe por dónde voy a salir, y esperó.

Mi hermano celebró la pregunta. Me conoce más aún que mi amigo, y supo, creo, que mi pregunta no era puñetera en sí, ni un ataque socarrón, sino que era algo que nacía de una reflexión del momento y que la estaba viviendo, verbalizándola.

Fue ese un buen día. Me trajo cosas buenas ese pensamiento fugaz, del momento, cuando vi aquella maravilla tecnológica y minituarizada. Un cachivache de cuyas prestaciones jamás me molestaría en mirar la mitad de ellas, pero ahí están, a mi alcance, inventadas por alguien.

Inventado, ideado, diseñado, construído por alguien, para que yo lo disfrute.

-- Bueno, el tipo se lleva una buena pasta, que yo pago por él –podría espetarme cualquiera y no sin razón, que la tiene toda, desde su perspectiva.

Desde la mía no.

Cuando yo nací ya existía la televisión, había tocadiscos, libros, coches, medicinas, comida con garantía y garantía de comida… Todo eso me lo encontré, ahí, regalado. Los libros, escritos; la comida, cultivada, criada o pescada, con técnicas nacidas de la inventiva de otros…

Miro a mi alrededor y contemplo como normales cosas que ni siquiera imagino cómo funcionan ni porqué. Desconozco la física que levanta aviones, que sustenta puentes; las matemáticas que nos hablan de las estrellas… Todo eso me lo encontré, también, ahí, regalado.

Y todos los días la arqueología, la astronomía, la medicina, la biología, la paleontología, la literatura, la ciencia, la historia, me regala cosas nuevas, que descubrieron, investigaron o inventarpn otros, por mí.

Me siento en deuda con esa humanidad de la que nadie se avergüenza; de esa humanidad que creó cosas, desde su mente, su esfuerzo y su corazón, nos las legó y nos las sigue legando.

Creo que es una buena idea plantearse devolver a la sociedad o, si se prefiere, legar a los que llegaron ya y a los que están por llegar, un pedacito de nuestro esfuerzo creativo, inventor o investigador y tratar que este sea práctico y si no, instructivo; y si no, literario o poético. Pero que sea esforzado, generoso.
Aunque solo sea por testimoniar un agradecimiento.

Voy a escribir una Historia Universal, ea.

Le voy a dar un formato muy chulo y tal vez lo ilustre yo mismo. Me va a llevar diez años, como poco.

Si alguien tiene ideas, o quiere comentarlas, mi dirección es: sadasop@hotmail.com

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